Esperas, una nebulosa de astros
pariendo se aproxima a tu mirada. Andas entre la soledad y el silencio con la
madurez de tus manos entre mares extraños. Deseas escalar ese roque donde el
pinzón azul es nido de sus sueños. Caminas entre las esferas de hiedras cuando
el frescor del alba es nombrar de su figura. Hace tiempo que demandas aquello
que te censuraron en el ayer. ¡Ay tu tristeza¡ Herida galopas al fuego lento de
una hoguera que madruga esperanza, ese encuentro con el amor de tu mañana. Pero
te aparcas, te detienes en ascenso de barrancos con fardos de ortigas por unos
instantes. Observas tu muerte, la muerte que de lodo y lluvia torrenciales te
lleva, te trae por la espesa pena de tu callar. Tu vientre hinchado es caricia
de tus palmas y así te acercas a un arco iris cuyo manantial de vida te indica
que seas parte de el. Lo abrazas, lo besas y rápida eres parte de esta
atmósfera que nos envuelve con su verde tonada. Sigues el ritmo de su alegría
cuando por calles deshabitadas a tu alma anuncias la llegada de ese vago recuerdo que te induce a ser tú
misma. Tus entrañas se revuelcan en el vuelo fallecido de tus ojos al
horizonte. Pero retornas al intento, ese intento que levanta velas agarradas a
mariposas azules.
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