miércoles, marzo 28, 2012

LA ROCA


Boca bajo, su cuerpo arrastrado por el color negruzco de los acantilados cuando el atardecer mece la luna nueva estaba sobre una roca donde el trajinar de las olas es eco sonoro de la sombra de su espíritu. Llevaba allí varías horas, varías jornadas que se compaginaba con una larga guarda. Esperaba ese bote del cual brotarían pardelas doradas al son de la musicalidad de la brisa. Parecía muerta pero no era así. Sus latidos aun avanzaban hasta la última oportunidad de ser naciente de un lucero de paz, de libertad. Penaba así abrazada a esa roca cuya suavidad y humedad le emanaba cierto aire de esperanza. Su cavilar era embriagado por imágenes horrendas, imágenes que circulaban por esas criaturas esclavizadas desde la niñez en abominables labores. El maltrato infantil, el maltrato a la mujer los cuales considerados especies de rango inferior. Un fardo sobre su espalda rebosado de lágrimas le hacía peso, la oprimía tal que su respirar pausado se convertía en fuerzas derrotadas. Pero mientras esperaba, esperaba ese bote de pardelas doradas cuyo fruto es la sensibilidad, la justicia, las esposas que aplastan a las bestias que fabrican tanto terror. Llevaba días sin comer, sin beber concentrándose en esas mentes criminales para el eclipse total de su odio, de sus conciencias aberrantes contra estos seres. Ya estaba en las últimas y ese bote de pardelas doradas no llegaba solo la oscuridad, muralla infranqueable que raja el corazón.

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