La noche silencio de destierro
Voraz en la danza de murciélagos
Que se agolpan tras vidrieras verdes,
Se transmuta con el polvo de sus manos
A la vez que el letargo no lo vence.
La vejez de sus huesos nunca amanecerá
Ante un espejo que le de la juventud de singladuras.
Demacrado esta su rostro
Flor que se marchita devorada por los últimos rayos,
Impaciente intenta el último paso
Pero la agonía de la reconditez de sus batallas
Lo llevan por túneles oscuros cuyo eco se trenza
A una muerte repentina de sus deseos, de sus sueños.
¡Levanta esos sentidos rajados¡, dice su alma
Se asaltado por esa fuerza de la luz de animal salvaje
Que se mece en su esfera naranja.
Horizontes de pinzones azules navegarán por tus pies
Para que dances con la delicadeza de las notas
Sobre trompetas frondosas de aliento por la vida.
Sin ser ajeno a la pena oye los primeros cantos del alba, del alba
Y asciende por escaleras de dolor hasta cangrenar el llanto.
Y se eleva por el andamiaje de los últimos astros
Hasta gélida sonrisa de su dejadez.
Y escala por lagunas inmaculadas hasta engendrar la vida, la vida.
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