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lunes, febrero 28, 2011
UN INSTANTE ETERNO(RELATO)
Vago en el abrupto templo de la ciudad, cantinelas de pajarillos posan sus alas en ramas grasientas por la polución. Ando por el manar de vehículos con sus gases mortíferos a larga para la salud, la gigantesca bola de fuego que nos da calidez luce hoy su traje naranja de gala, la bóveda un intenso celeste. Tan perfecto que se diría que esa obra maestra de la naturaleza es realizada por un gran artista. Vago con mi sombra, que a ras de mí amortaja todo recuerdo de ayer obtuso. Solo aquello que ofrezca energía constructiva y el presente me sirven para seguir. Me paro en una cafetería, son horas tan tempranas que necesito un café. Una cafetería cuya terraza da a un océano límpido, a un océano gigantesco, a un océano animal de bucles verdes y azules. Me sirven el café, su humo es espiral donde circulan mis pensamientos, mis sueños. Hay una señora que se me aproxima con sus muletas, trae consigo una silla de las que están allí.
-¿Puedo sentarme con usted?- me pregunta tímidamente
-Por supuesto que sí- contesto yo
Sus manos son monumento de la madurez, del trabajo, de la vida atrás. Sus ojos, dos perlas grises que describen la nobleza de su personalidad.
- Es que no me gusta tomar el café sola. Y…
- No se preocupe señora. Siéntese aquí conmigo.
- Somos pasajeras de los desiertos, de la abundancia de esta tierra, de las desazones de la vida pero a la vez de la riqueza que se va enervando en nuestra reconditez.
- Sí, lleva usted toda la razón.
- Somos sensibles, monte por el que la serena lluvia nos hace respirar y exhalar algún que otro suspiro en murmullo con su musicalidad. No hablas, me miras y me observas. ¿Algún dolor o es que eres callada?
- Soy más bien callada. Me agrada escucharla y …
- Sí, escuchar este bello océano que nos envuelve tal vez en nostalgias. Recuerdos felices que por un momento atrapamos y los hacemos presentes.
- Tiene mucha razón.
- Me despido de ti muchacha. Me voy a dar un chapuzón.
- ¿A estás horas? No tiene frío.
- No te preocupes no se siente el frío, la temperatura del agua está más o menos igual que la del ambiente. Me despido muchacha. Recuerda estos momentos como un pequeño beso eterno de la vida, un instante imperecedero que hará reír a tu corazón, a tu corazón.
La señora se marcha. Yo sigo con mi café, un huracán de alegría se mezcla con mi calma, con mi silencio. La observo. Se va a bañar a la playa. ¿Quién tuviera su espíritu? Ella tan delicada, tan frágil es decidida. Quizás más adelante, con el paso de los años. Ahora guardare este instante como eterno.
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