Se prolonga con la tonada de la brisa en sus senos
Cuando el crepúsculo mana el invisible llanto del firmamento,
Cuando saciada por esa atmósfera bella se adhiere a la vida.
La ventana con un ángulo perfecto levanta en caravanas de herrerillos, de mirlos,
De mosquiteros que avanzan en sus alas de los sueños.
Ella declara su amor al océano,
Lo observa fijamente, estática
Y con la mezcolanza de sus azules algas, de su aroma a peces amarillos
Se entrega a él día tras día. Mientras las horas son esa fuente
De los primeros rayos centelleantes de esa gran bola de fuego.
Su cuerpo frío siente la tibieza y el ronroneo de las olas, las olas…
Se deja ir. Se viste de caracolas y conchas y su espíritu cabalga jadeante
Bajo unas nubes que erupcionan amor, amor….
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