Rumia la tarde con sus manos de acero
Que al compás de un lamento
Ataviado de sables se balancea
A través de cascadas del ayer.
Cuando las florecillas silvestres
Se tiznan de cárceles
Que las vuelve negras
Se vuelven y arrumban
A soles donde aun la luz
Es sensible al aliento de la esperanza.
Y vuelves a mirarte
Si, frente a ese espejo de frío reflejo
Y ves esas mareas que el hoy
Llevan contigo lágrimas secas
Que arrastran cada dejadez de tus ojos.
Y vuelves a mirarte
Sí, frente ese espejo de gélidas andanzas
Y ves vagabundos bajo sus puentes
Que te retraen en una danza sonámbula
Con tu espíritu.
Y ves esos campos amarillos
Que esperan la llamada de la lluvia plateada
Para el verdor en conjunción con la blanca luna
En conjunción con tus ojos, tus ojos…
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