Guarda silencio, un silencio símil a la transformación de sus singladuras en océanos del deshielo. Guarda silencio, se empequeñecía en la profundidad de barrancos donde su eco era sobrado para no hablar jamás. Sus ojos como dos soles sostenidos por el caer de las lágrimas aguardaba la llegada, la llegada esperanza en los pueblos donde el feroz látigo estornudaba hambre, desesperación, desnudez, sed. En su callar invocaba esas grutas donde un magma tibio diera de comer a su corazón. Despacito se introducía con su cuerpo delgado, con el promontorio de sus huesos de sus caderas en cuevas donde antiguos poblados habían dejado sus huellas, se mecía con ello en un sueño de ayer, en un sueño danzas al son de las estrellas.
-Me había fabricado sueños sobre ti, tierra madre. Si sueños que cuando eres niña todo es posible y te hace intangible en pensamientos de la soledad de esta tierra, de otros pueblos donde el agua de la vida provoca el temor agitado de flores que se marchitan. Esas flores que son humanas igual que nosotras solo son sombras de la oscuridad.
Ella con sus palabras del silencio en esa cueva busca la verdad, busca una solución aparatosa de hallar. Sabe que no está en sus manos, sus manos de ébano reflejadas en una charca. ¿Quizás mañana?, se pregunta. Pero mañana no puede ser, el cambio climático y más y más hambre…Mira su rostro en la charca y una llama negra asciende de su pequeña profundidad, peces que eran antes jubilo son ahora muerte por el ph, por la composición química de sus aguas. Parece que llueve cuchillos sobre este azul planeta.
-Amor. Si hace falta amor para que las brumas que existen para nuestro mañana, nuestro hoy puedan desaparecer. Matar así a esos ciegos que han evocado este eclipse total sobre las praderas de la ilusión, de los sueños.
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