Entre montañas tiznadas de blanco mientras el sol en su renacer da cierto tono malva-azul al firmamento. Entre árboles de negro cuyos movimientos de ramas se asimila al rumor de voces por allí avanza él. Con su frente sudorosa, con sus manos en un ir hacia delante y atrás al compás de su pasos apresurados, con su tez pálida como la luna que ya se iba. Camina con el corazón compungido, como si una estaca que viaje a la velocidad de la luz se le hubiera enclavado en el pecho. Está aterrorizado, asustado por ese movimiento provocado por el viento en los árboles. Se dirige a una cabaña. De esas cabañas de madera para los excursionistas que en la noche los ha cogido. Está desorientado, desbordado de un miedo feroz porque no la encuentra. Lleva toda la noche buscándola y ahora mismo va a amanecer. Sus ropas húmedas le hacen temblar, eclipsarse más y más en la dirección que ha de tomar. Ruidos, susurros, el viento son sus enemigos. En el bosque no hay nadie pero él tiene la impresión de estar vigilado por miles de ojos. La angustia lo carcome hasta sus sentidos y desespera. Son horas y horas de soledad. De repente escucha el trotar de unos caballos que se aproximan a él. Se detiene y espera que llegue. Seguro que será algún guarda o un excursionista que temprano está dando una ronda, piensa él. El trote se intensifica, hace temblar el suelo como si fuera a sacudirlo un terremoto del cual emanará sangre, mucha sangre. Cuando observa la silueta que está frente a el se desploma. Sí, es un caballo. Un caballo negro con cabeza de serpiente y montado por un cuervo con forma humana que aporta una espada en uno de sus brazos. En el ocaso de sus ser su pavor y fatiga le hace abrir los ojos y se fija en esa figura espantosa como salida de un cuento de terror.
- Ha llegado tu hora amigo- le dice el jinete que lo mira fijamente
El se arrastra por el suelo, quiere huir.
-No huyas. Ha llegado tu hora querido amigo. Ya no puedes más. Tu vitalidad ha sido absorbida por este bosque. No ves como comienza a resplandecer. Tu hora está aquí. Yo soy la muerte y vengo a llevarte.
-No. No puede ser-comienza a tocarse-Me levantaré y saldré de esta amarga pesadilla. Desaparece. Desaparece alucinación cruel.
- No soy una alucinación. No es que tu mente esté enajenada. Nada por el estilo. Es que ha llegado tu hora querido amigo. Descansa en paz.
De la otra mano levanta una cruz y en baja voz suelta una especie de oración.
El lo mira. La respiración parece que le falla y escupe sangre por la boca. Ya no se puede mover, una nube se deposita sobre sus ojos hasta fallecer.
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