EL CABALLO Y ELLA
Flores que se tiñen de negro con el oscilar de un campo cenizo. Jardín de estatuas que salpica un horizonte de nubes inacabadas donde ella emerge en un descampado. El desierto la alumbra, la soledad la corroe, un grupo de desconocidos la rodea con piedras en la mano. Ella se pregunta, ¿ por qué?. De pronto como desde hace mucho tiempo el viento comenzó a corretear alrededor de ella. Un viento que formaba una capa protectora de todas las voces del mundo, de todas las voces en contra de esta muerte sin nombre. Las piedras eran paradas y ella con granitos de felicidad que se iban acumulando iba ascendiendo de aquel hoyo. Ellos no se daban cuenta, estaban ciegos de crueldad pero ella fue quitándose todo ese burka gigantesco a medida que un caballo blanco se aproximaba. El podía traspasar ese muro invisible cual el viento formaba. Corpulento llegó a ella. Detrás del muro seguían lanzando piedras. Se montó y con un giro misterioso sacó sus alas y voló y voló por encima de aquellos rostros enajenados de incredulidad. Camino por los pedregales de la libertad. Camino por la desnuda senda de una nueva vida.
Caballo: Ya eres libre
Ella: Libre y sola
Caballo: Sola no. Hay muchas como tu. Desvía tu mirada del ayer y mira el presente. El ahora, acógelo como si fuera margaritas aterciopeladas de cristal y vívelo. ¡Vívelo¡ El ayer no importa solo te sirve de experiencia para como actuar en el hoy. El mañana, ¡Ay el mañana¡ Solo es un eco que respiramos gotitas a gotitas de los recorridos del hoy.
Ella: Dices de desviar mí ayer. Pero todos mis pensamientos desembocan ahí. ¡Mi vida¡ ¡Mi tierra¡
Caballo: Tu vida no es lo que otros quieren. Tu tierra te quiere muerta, muerta de la manera más grosera. Ahora estás aquí conmigo y te ayudare a conocer a muchos como tu.
El caballo y ella terminan su vuelo. Aterrizan en un prado donde un lago dorado es reflejo de ellos dos. Ella mira y mira. Se ve reflejada pero al lado de ella hay otro ser, no el caballo, que le da la mano.
Flores que se tiñen de negro con el oscilar de un campo cenizo. Jardín de estatuas que salpica un horizonte de nubes inacabadas donde ella emerge en un descampado. El desierto la alumbra, la soledad la corroe, un grupo de desconocidos la rodea con piedras en la mano. Ella se pregunta, ¿ por qué?. De pronto como desde hace mucho tiempo el viento comenzó a corretear alrededor de ella. Un viento que formaba una capa protectora de todas las voces del mundo, de todas las voces en contra de esta muerte sin nombre. Las piedras eran paradas y ella con granitos de felicidad que se iban acumulando iba ascendiendo de aquel hoyo. Ellos no se daban cuenta, estaban ciegos de crueldad pero ella fue quitándose todo ese burka gigantesco a medida que un caballo blanco se aproximaba. El podía traspasar ese muro invisible cual el viento formaba. Corpulento llegó a ella. Detrás del muro seguían lanzando piedras. Se montó y con un giro misterioso sacó sus alas y voló y voló por encima de aquellos rostros enajenados de incredulidad. Camino por los pedregales de la libertad. Camino por la desnuda senda de una nueva vida.
Caballo: Ya eres libre
Ella: Libre y sola
Caballo: Sola no. Hay muchas como tu. Desvía tu mirada del ayer y mira el presente. El ahora, acógelo como si fuera margaritas aterciopeladas de cristal y vívelo. ¡Vívelo¡ El ayer no importa solo te sirve de experiencia para como actuar en el hoy. El mañana, ¡Ay el mañana¡ Solo es un eco que respiramos gotitas a gotitas de los recorridos del hoy.
Ella: Dices de desviar mí ayer. Pero todos mis pensamientos desembocan ahí. ¡Mi vida¡ ¡Mi tierra¡
Caballo: Tu vida no es lo que otros quieren. Tu tierra te quiere muerta, muerta de la manera más grosera. Ahora estás aquí conmigo y te ayudare a conocer a muchos como tu.
El caballo y ella terminan su vuelo. Aterrizan en un prado donde un lago dorado es reflejo de ellos dos. Ella mira y mira. Se ve reflejada pero al lado de ella hay otro ser, no el caballo, que le da la mano.
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