Corría como llevada por el viento, como llevado por el hechizo de la luna cuando en su creciente mirada crea la beldad en los corazones. Corría bajo el haz fugaz de unas estrellas que la lleva al mar, al mar. Se abalanzaba en el océano con sus brazos estirados, con sus manos deterioradas por el zumbido trivial de los sueños. Se sentía oprimida por la rutina diaria. De repente de sus dedos, bellos, surgían pinceles y de sus lágrimas acuarelas pintando así peces, barcas, veleros que la llevaban a tierras desconocidas, tierras donde aves de muchos colores en sus plumajes le daban mensajes de paz, de un hambre acabada, de enfermedades extinguidas, de una sed eclipsada por el surcar de hermosos ríos cuyas aguas cristalinas era reflejo del arco iris.
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