Hambre. Semilla que se introduce como un gusano grotesco en mi estómago y me lleva a ras de un viento carnívoro. Hambre. Mis menudas pisadas se depositan sobre una tierra agrietada donde el enrarecido sol busca mi sangre, mi sed. Así son mis días, moscas que son ya mi segunda piel, debilidad que me columpia mientras busco el árbol de la vida, el árbol de la solidaridad. Vivo en tierras donde neblinas sedientas impregnadas de tormentas me acoge en el refugio de la nada. Vivo en tierras donde el lamento se calla ante la muerte certera, cercana. Todo es gris, un gris espeso, un gris frío, un gris caótico. En el árbol que busco cuelgan de sus delicadas ramas pero fornidas el alimento que me lleve por las caminos del arco iris desembarcando en mi tierra la felicidad, ese líquido cristalino que es piedra preciosa en mi tierra. Estoy cansado. Estoy desnudo. El se encuentra ante mi, es como un rayo de esperanza prometedora. ¡Tan tarde¡ Hola árbol de la vida, abrígame a mí y a mi pueblo.
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