martes, diciembre 08, 2009

El invierno rojo...(relato)


EL INVIERNO ROJO
No cesaba de llover, esas gotas corrosivas que certificaban la infertilidad de los árboles y la oscuridad de los peces. Peces que posaban en las orillas de los ríos con su esqueleto gravitando como vagabundos desheredados al impulso de la vida. Las tierras también se semejaban a ellos, tierras que se hallaban más allá de las corrientes marinas, desoladas por el defraude a la atmósfera que los envolvía.
No se observaba ningún árbol por aquel entorno, sólo , a millas y millas de distancias algunos deshojados, con el alarido intenso de lo yerma que era su savia, con el sufrimiento a galope por no sentir ningún ave posar en sus frágiles ramas. Solamente de vez en cuando una bandada de estorninos, de plumajes desvanecidos, era bodas de esa bóveda: turbia, pesada, agobiante , sin el esplendor de una luna reluciente y satinada de su enigma, sino el agolpar tirano de una oscuridad inmensa en su reflejo, en su espejo para aquellos que deseaban danzar su alma bajo su son, como el océano : enrarecido , distante de cualquier movimiento de seres vivos , inanimado, sólo mostrando lo bravo de su carácter cuando la marea cambia su curso y es furia de radiantes espumas blancas contra las rocas . ¡Las rocas¡ prisioneras de ese mundo hostil, asqueadas de ser servidumbre a la soledad que para el resto de sus vidas estaban condenadas .

Sólo un ser, un humano gravitaba por esas afiladas deformidades. Un único habitante en esa tierra de la nada y lo desahuciado de sus mares en el destino fiel a los presagios que se señalaban en el pasado. ¡Nadie escucho¡ Todos éramos inmutables a ese designio infernal que abrasaría a este planeta azul. Este, que con su variopinto mestizaje de diversidad llegó sin duda al cáncer y a una anacromática secuela en su faz y atmósfera.
Aquel ser que ambulaba por esos retorcidos y melancólicos paisajes era también tatuaje del sufrimiento. Sobre su espalda llevaba años y años de soledad. Contemplando en su memoria el signo de horror de sus amigos, bañándose de latigazos de vergüenza por ser cara a cara a ese mundo demolido. Su cuerpo se hallaba tembloroso al sentirse inválido para deshacerse de esa tortura que sus pies cansados tenían que pisar. Sin ese estado de éxtasis magnífico como si hiciera el amor al tumbarse sobre la hierba. ¿Dónde estaba el verdor ¿ Todo había desaparecido, fenecido bajo ese garfio maloliente y veneno del hombre. Ya no más cementerios de elefantes. Ya no más cementerios de ballenas. Todo era ahora una fosa común.
- Que extraño- sollozaba terriblemente- No siento el cuchicheo agudo pero glorificante de las gaviotas. Todo es penumbra. Todo es una esfera inerte donde la supervivencia ha culminado en moribundas y rancias huellas. Me hallo solo. Solo y esta yerma tierra. Cansado por no avistar ni el vuelo, ni el sonido de algún ser paralelo a esta vida mía.
El anciano continuaba con su errar nauseabundo. Con sus vestimentas aún más desgarradas. Con la desesperación penetrando por sus doloridos huesos cuanto más la realidad chocaba en sus pupilas.
- ¡Universo¡¡Universo¡ Cosmos que envuelve este minúsculo planeta. Si me escuchas, dame fuerzas para continuar. Dame ese aliento cómplice de la vitalidad para tener esperanza en un nuevo mundo, un nuevo florecer. Un nuevo mundo donde esta atmósfera asfixiante no me oprima. Donde esta tierra, donde mi rastro borrado, el viento vuelva a tomar esa belleza del ayer. ¿¡ Por qué¡? Por qué siento el alarido insoportable de las ramas. ¿¡Por qué¡? Por qué siento un átono suspiro de las aves. ¿¡Por qué¡? Por qué siento el desangrar imparable de los montes. ¿¡Por qué¡? Por qué siento la derrota del ser humano. ¡Qué inconscientes hemos sido ¡ Crecer en unos niveles desproporcionado y desmesurados de espaldas a nuestra madre naturaleza . Mira ahora este mundo, envuelto en miseria se halla. Como un vagabundo de memoria eclipsada por las brasas creadas en el pasado.
El anciano gravitaba en una distorsión de su razón. Gritaba, se remordía, se atribuía a él mismo toda la culpa como único superviviente del quejumbroso planeta. No dejaba de oscultarse, quería sentir sus piernas, sus muslos, su pecho, sus manos en ya su desorientado vagar. Le acosaba un insomnio aterrador, cada día que pasaba las pesadillas y el delirio era vigía que lo acongojaba más y más. Con reductos de floresta viva donde no la había, esos espejismos que por inercia se apodera en la sed y la soledad. Experimentaba un polvo marmóreo en sus piernas en cada paso estremecedor. La sentía, sentía su llanto agónico y su súbito cansancio. Pero en el se ramificaba una esperanza, una esperanza que se articulaba en sus pensamientos “Ojala renaciera un nuevo arco iris donde sus tonos pálidos fueran todo ese matiz colorido de la vida y la esperanza “¡La vida ¡ Sí, la vida , deseaba con todo su esfuerzo como logro de su descanso que brotará otra vez, que erupcionara en multicolor como tersa belleza desborrando ese luto .
Su suplica era un deseo ferviente que iba de sol a sol, un sol ceniciento y furioso. No quería esa vida desterrada de una mano semejante con el extermino de los seres que fluían en sus arroyuelos. Quería el aliento de la diversidad ya vagando por los campos de los moribundos, el sabor de las cristalinas aguas ahora insalubres, el vigor danzando sobre la faz de la tierra ahora con un agudo cimbrar por ser camposanto, el sabor de las hojas naciendo de una rama con ese verde esplendoroso, el sabor de las mariposas aboliendo ese inanimado paisaje de la tierra. ¡El quería ¡ Y esa fuerza culminante era objetivo que se aunaba a un rompeolas que estalla en un rayo de luz de esperanza. Aunque su cuerpo y espíritu cadavérico no fuera más que ya manjar de buitres. Sí, buitres, volando en círculos como si fuera un carrusel a ras de sus heridas abiertas.
Entonces, cayó al suelo de rodillas, con su gesto cabizbajo, con sus sentimientos en la vereda del llanto. Sólo, era zozobra de un cuerpo en los mismísimos huesos. Ya sin rogativas, ya sin el impulso ascendiente de sus anhelos. Callado, insonoro, sólo la sórdida bocanada de una brisa atrayéndolo a la muerte. Vencido ya. Con su último hálito. De repente, un especie de agujero comenzó a inundar esa bóveda azufrada, a la vez, a su lado, una pardela se poso. Lo rodeo hasta detenerse delante de él como signo de que le esperaba un largo viaje, como signo que le esperaba un cambio, como signo de que las enfermedades que espantaban a esa tierra iban a ser extinguidas con el coraje y los deseos que él había cimentado en sus pensamientos. De ahí, un relumbrar amarillento cubrió el cielo, acompañado de una especie de explotación y un seísmo proveniente de las entrañas de esa esfera hizo presencia de unos instantes. Pero, de nuevo, la oscuridad se hizo y de ese agujero negruzco que se dibujaba comenzó a emanar pétalos de rosa. Pétalos que iban impregnando todo aquella esfera terráquea enrarecida y sepultada. A medida que se posaban sobre la superficie esta se iba agrietando y de ahí se fecundaron ríos con gran corpulencia donde retozaban peces ; árboles de un majestuoso tamaño ; flores silvestres de un bruñido colorido ; aves que iban tomando la gama de esa cúpula que envolvía al globo terrestre ; toda una proclamación sorprendente de luz y color inaudita.
Esa convulsión extraordinaria como especie de una nueva creación era hechizo que lo ensimismaba ¡Vigilante del nacimiento de una nueva vida. ¡ Se sentía grande , gigantesco ,con un impulso acérrimo de llorar de alegría. Quería acoplarse a la naturaleza. ¡Por qué no ¡ Sentir ese brebaje vital de la tierra corretear por sus arterias, sentir la transparencias de las arboledas que iban atrapando todo ese ahorcado paisaje. Y, así fue, así fue como formo parte del aire, parte de la tierra, parte del océano en una mutación de ser pájaro. ¡Por qué no¡ Como hombre se sentía sólo en ese ajado ayer . Un ayer que ahora caía al vacío, se ahuyentaba con el flujo prolijo de la naturaleza, y él, enlazado a ella. Dejar pasar el viento a través de su multicolorido plumaje y ser caída libre ante las escarpadas montañas para después transformarse en su llegada al océano en estrella que surca por los arrecifes ulteriores de haber perdido ese blanco mortal.

No hay comentarios: