Pasan las horas
Y ella como cuerpo desnudo
Agiganta sus pisadas
Por una orilla
Limitada por rocas de cristal.
La tarde tiene cabida
En su viaje
En las profundidades del océano.
Triste, opaca, apagada
Lanza al aire su último suspiro,
Un suspiro de esferas
Que la envuelve en magmáticos sueños
Donde su ser vuela en libertad.
Cansada, es valiente tonada de fuego
A la vez que sus raíces
Se consagran a la tierra.
Las sombras aparecen,
Sombras que la tapian
Entre rojas montañas
Donde un mirlo duerme.
Se recuesta junto a él
Y en su mente borda
La esperanza teñida de corales
Cuya fortaleza le ofrece el firmamento.
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