lunes, junio 16, 2008

El sendero


Un tragaluz. Lenguas de acero que descubren su desnudez. Capaz, se alza sobre el mar en una jornada que despierta violenta. La lluvia no cesa. Una lluvia que golpea con fuerza sobre los cristales de la ventana, sobre el tragaluz. Ella se ha levantado como un día más por las esferas de la sensibilidad que la empuja a tomar camino por un sendero de tierra abatida. Tierra que se estrangula, tierra que colmada de palmerales a sus flancos. Camina con lentitud, una lentitud que hace de su cuerpo un movimiento sinuoso. Se dirige al trabajo como cada día. Pero algo sucede. Un imprevisto. Ante ella se posan miles de mariposas que le recuerdan que es la vida. Se detiene. Su paso firme y sosegado se encoge hasta pararse. Se hace su cabello para atrás. No entiende. Queda impresionada ¿Por qué tantas mariposas? Sueños turbulentos ha tenido durante la noche. Unos sueños que la hacía descender por un sudor frío. ¿Cómo pasar? El recuerdo le viene. La estruja como a un papel. Intenta con sus pensamientos volverlo a alisar pero es imposible. Su pasado la ha marcado, la ha desahuciado de lo que hoy llamamos ganas de vivir. De repente las mariposas desaparecen. Aún meditativa sigue su camino. Va a llegar tarde al trabajo. Se apresura. Ya la ciudad no está muy lejos. De repente una palmera se desploma tras ella. El susto que le da la hace temblar. Un fuego interior se sube hasta sus sienes y su corazón...Ahí su corazón. Son latidos desbocados. Siente miedo ante todo lo que le rodea. No sabe si dar un paso más. Se queda paralizada. Delante de ella la tierra comienza a abrirse y una escalera asoma. La seduce. La invita a bajar. Ella sin saber por qué se siente atraída. Desciende. Se halla con otro mundo. Un mismo camino pero en lugar de palmeras en los lados de el hay pinos. ¿Por qué?, se pregunta. Sigue ese sendero y se tropieza con una anciana. Cuando se fija en su rostro se ve a ella misma pero más vieja, más estropeada, más sola.

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