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laguna198@hotmail.com
Lo escrito son ideas primigenias que después se han corregir y alterar.
A veces, solo, a veces vienes a
conversar con mis sentidos. Me muestro en tu regazo como indomable brisa del
norte y es ahí a donde me dirijo. Me cuentas historias anónimas que mueren en
mi pecho y yo te enseño algo de mi silencio, de este andar por caminos de la
nada, de la insonoridad. Y te narro de mi bienestar donde las constelaciones
guían mis manos cuando soy sombra de este silencio mío, de esta soledad mía. Y
siempre vienes, a veces…solo, a veces. Te encaprichas en las penas que esgrimen
mis sueños. Te obsesionas en mis tatuajes del pasado. Y el ayer ya no está, tal
vez se halle en una vieja canción que reitera de vez en cuando en mi
oscuridad.Y vienes, a veces…solo, a
veces cuando las noches empañan mi descanso, cuando nubes cenizas pesan sobre
mis espaldas. Estoy aquí, donde siempre, con mis pensamientos, con mi palabra persiguiendo
muros de púas. No te preocupes, la danza de la gelidez me acompaña, la mirada
perdida me abriga, mis pasos fallidos se levantan.
El tintineo de una campana, he
nacido. Estoy aquí, en mi lecho donde los sueños juegan a las esperanzas,las
utopía. Me levanto y un desierto me viste, me seduce y converso con su aliento
petrificado. Y me digo, tantos muertos en un ambiente hostil, agresivo,
violento, injusto. Y me digo, tanto dolor que las lágrimas son cristales
afilados de la pena, de la desgracia. Miro unos ojos, ojos blancos, ojos aterrados
y encuentro una respiración perdida, ida a las tripas de tumbas anónimas. Sin
más, un niño corre, entre fuego y metralla, entre minas y odios. Y no encuentra
sino la rota paloma blanca sangrando….sangrando, muerta. Y, sin embargo, he nacido,
el tintineo de una campanilla me seduce a enderezarme y seguir caminando en
donde las rosas rajadas no se elevan para la paz absoluta. Me pongo me
pantalones vaqueros y una camina ligera, salgo. Observo lo que a mi alrededor
se mueve. Un jardín, farolas anunciando la despedida de la noche, un perro
paseando, gallinas en su libre destino, una carretera donde de vez en cuando
algún coche pasa y yo que he nacido al son del tintineo de unas campanillas.
Aislada, hermética, tragando de este aire que trae un mundo convulso,
arrebatado, vertiginoso en el mal me miro las palmas de mis manos. La vida se expande
y contrae mientras el genocidio humano juega en la emisión repetitiva de un
adiós. No, no hemos cambiado. Corre…corre le digo a ese niño, a ese ser nacido
en la sonoridad del ruido, del grito en la oscuridad. Los platos rotos, una
madre desvencijada. Mi hijo…mi hijo solloza en el lamento de lo inevitable.
Pero ella pone la mesa en la espera de ese niño que corre y corre ante la
muerte que viene, ante la muerte que lo supera, ante una madre temblorosa en
cada uno de sus actos. Corre…corre le digo a ese niño, tu madre te espera. Y ,
yo, he nacido en medio del tintineo de unas campanillas.
Un cosmos fósil. Somos pasajeros
del tiempo. Ojos blancos bailando con intemperie del planeta tierra. El asombro
conquista el vieje. El viaje al infinito de nuestra sustancia, de nuestra
esencia. Las ojeras retoman cercanía y aquí donde no hay atmósfera se respira
el sosiego, el silencio de una supernova que nos invita a moldearnos según ese
instante…ese instante eviterno en las horas. Y las horas, dónde están. Un amago
de malestar se posa sobre los hombros. Y miramos. Y volvemos a mirar a la nada.
A este imperio cosmológico interminable, continuo entre el caos y el callar. Y ahora aquí, en este mundo que nos contiene.
Observamos el balanceo del oleaje. Viene y va. Va y viene. La vida se siempre
en cualquier momento ¿Estamos solos? Solos y nuestros miedos, presionando las
tripas hasta ser hijos no más de este universo, sibilino, misterioso. Errante en
vidas ausentes en el tiempo. Huelo una rosa y escrutinio con el cuidado estas raíces
que nos amparan. Estamos , somos una especie perdida en un sistema oscuro,
desconocido con el deseo de encontrarnos. Sí, encontrarnos y tal vez y, quizás
en el curso de los siglos no estemos tan solos en la enfermedad. Despierto y
recuerdo como terráquea que somos hijos de los vientos, de los mares, de las
lluvias , de esta atmósfera que nos permite cobijarnos en el ahora, en el
presente. Sin embargo, nos hacemos daño. Las batallas absurdas¡, las batallas pérdidas
son nuestra compulsión arrebatada, injusta. Abrimos los ojos y la pena arrebata
una sonrisa, una vida. Y de hecho, seguimos , amamos, odiamos. Una contrariedad
que nos encoje en un rincón de esta galaxia, solos, abatidos en la globalidad
enferma.
Su silueta recordaba a algo. Cada
haz de sus movimientos me producía ese instante del tiempo de la memoria. Sin
embargo, no era esa persona. Ya no existía. Una combinación del recuerdo y el
viaje en lo eviterno, en lo recóndito esbozaba su imagen como parte de esa
silueta. Me acerqué, quise olisquear parte de esa extrañeza que se asemejaba al
ayer. Se dio la vuelta, mis ojos cayeron en la súbita nada donde los pozos
enmudecen en el desconcierto. Y ese tal vez me produjo cierta sensación de
desgana. Atravesé la calle y desde el otro lado su silueta, en lo lejano su
presencia se me hacía presente, real. Y ahí, me quede. Me quede con esa nada de
que su silueta me recordaba algo. El temor de que desapareciera me oprimía el
pecho. Estática. En la verticalidad de una jornada que se casaba con el
nocturno. Con ese imperio de estrellas, nebulosas, galaxias y materia oscura. Mis
ojos , quietos, con el agarre del cansancio despertaban en esa silueta. Y es
que su silueta me recordaba a algo. Alguien donde la razón de tiempos perdidos
se enderezaba a medida que los segundos, los minutos, las horas venían a mí. Alguien
que quise. Alguien donde el beso resbalo por los riscos de la distancia. Y ahí,
me quede. Me quede hasta que solo su olor me encontró de nuevo mientras su figura
se había marchado. Uhm, su aroma. Me llene toda , mis pulmones se insuflaron
hasta ese día que nos conocimos, hasta ese día que nos dijimos adiós. Y aquí
está, presente, con lo cierto de una memoria que se expande, que se contrae en
este aire que viene a mí. Y es que su silueta me recordaba a algo.